LOS COMUNEROS


COMUNEROS DE CASTILLA

Mapa de Medina del Campo, Valladolid a Villalar de los Comuneros, Valladolid


Entre 1520 y 1522 las comunidades surgidas de la unión de villas y ciudades castellanas reaccionaron contra las pretensiones absolutistas de la monarquía, alzándose en defensa y sostén de las libertades municipales.

Un breve repaso a los hechos históricos previos, ayudara a la comprensión de la situación a la que se había llegado en tierras castellanas. El 24 de febrero de 1500 nacía en la ciudad flamenca de Gante el príncipe Carlos, hijo de Juana I de Castilla y del archiduque Felipe el Hermoso. Apenas contaba 6 años de edad, cuando su padre, Felipe el Hermoso, fallecía en Burgos, el 25 de septiembre de 1506.
Meses más tarde, el 18 de julio de 1507 el príncipe Carlos era coronado en Bruselas, como duque de Borgoña y conde de Flandes.
Al morir Fernando el Católico, el 25 de enero de 1516 en Madrigalejo (Cáceres), su hija Juana (madre de Carlos) hereda la corona de Aragón. El 14 de marzo del mismo año, contra la voluntad del Consejo de Castilla y sin que su madre haya sido declarada incapaz de reinar, el príncipe Carlos de Gante se hace proclamar en Flandes rey de Castilla y Aragón

Juana I de Castilla siguió siendo formalmente reina y su nombre figuraba en primer lugar en los documentos, aunque permanecía alejada de toda actividad política, en el retiro de su residencia de Tordesillas (Valladolid)
El 19 de septiembre de 1517 Carlos desembarca en Villaviciosa, puerto asturiano sobre el Cantábrico. No habla castellano; llega rodeado de un gran séquito de flamencos, entre ellos, como consejero y hombre de confianza, el famoso Guillermo de Croÿ, señor de Chièvres, obispo de Cambrai (Kambryk).

El 4 de noviembre del mismo año, Carlos se entrevista con su madre, a la sazón recluida en Tordesillas. Cuatro días más tarde, el 8 de noviembre de 1517, fallece en Roa (Burgos) Francisco Jiménez de Cisneros (el Cardenal Cisneros), regente del Reino. No había transcurrido una semana cuando, el 14 de noviembre, Carlos naturalizaba castellano a un sobrino de Guillermo de Croÿ, de veinte años de edad, haciéndolo poco después arzobispo de Toledo, como sucesor del Cardenal Cisneros, colocándole al frente de la Iglesia Castellana. Al mismo tiempo, inescrupulosamente los flamencos se repartían los cargos y beneficios. El 2 de febrero de 1518 las Cortes de Castilla se reunieron en la iglesia de San Pablo, de Valladolid donde, el día 7 de febrero, Carlos jura los fueros y libertades de Castilla, trasladándose el 22 de febrero a Aragón. El 12 de enero de 1519 fallecía el Maximiliano I, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y, el 28 de junio de dicho año, previo pago de grandes sumas de dinero a los siete príncipes electores alemanes, Carlos era elegido emperador, decidiendo marchar cuanto ante a Alemania.

Las ciudades y villas castellanas, celosas defensoras de sus privilegios y costumbres, se vieron enfrentadas a la política centralista del Imperio, a la que se sumaron el mal gobierno y el acaparamiento de los principales cargos administrativos por los flamencos. El descontento que cunde en Castilla cristaliza. El regimiento (cuerpo de regidores) de Toledo toma entonces la iniciativa de una campaña nacional, primero contra los impuestos que la corte pretende subir para sufragar los gastos de la coronación imperial y luego contra la misma política imperial. El 7 de noviembre de 1519 Toledo se dirige por escrito a las demás ciudades castellanas, expresando su malestar.

CARLOS I DE ESPAÑA y V DE ALEMANIA                             

Pintado por  Bernard van Orley.

A principios de 1520 se produce el llamamiento a Cortes. El 19 de febrero de 1520 Carlos I se dirige por escrito a la ciudad de Toledo, prohibiéndole concertar con otras ciudades.

En febrero, los conventos de Salamanca redactan un documento, que se envía a todas las ciudades de voz y voto en las Cortes, exponiendo las reivindicaciones de Castilla, manifestándose contra el servicio (impuestos) que el Rey pretende exigir antes de su partida hacia Alemania. Afirmando, también, que Castilla no tiene por qué sufragar los gastos del Imperio, ya que los recursos de Castilla se deben emplear en la defensa exclusiva de la región y no sacrificarse al Imperio, al que tampoco quiere estar sometida («…No es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reinos en las de otros señoríos que tiene, pues cada uno dellos es bastante para sí, y éste no es obligado a ninguno de los otros, ni sujeto ni conquistado ni defendido de gentes extrañas..»). Para concluir expresando que las Comunidades tendrán que tomar la defensa del reino, si el Rey se negara a atender las justas quejas de su pueblo.

Carlos ignora tales expresiones y convoca a Cortes.

SEDE DE LAS CORTES (S.PABLO ,VALLADOLID)                       

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El 27 de febrero de 1520 Toledo se amotina, ya que el pueblo se opone a que los regidores acudan a Galicia, convocados por el Rey para rendir cuentas por la actitud rebelde del Concejo de Toledo. Los toledanos se apoderan del Alcázar, expulsan al corregidor y constituyen una Junta de Gobierno.El 1 de marzo Carlos I retorna a Valladolid. El día 4 los vallisoletanos tratan infructuosamente de impedir que el rey salga para las Cortes de Santiago, convocadas para obtener recursos destinados a hacerse coronar en Alemania. El 31 de marzo se abren las Cortes de Santiago, negándose el acceso a los procuradores de Salamanca, absteniéndose de participar los de Toledo. Entre el 1 y el 4 de abril, en las Cortes de Santiago los procuradores de León, Valladolid, Murcia, Zamora y Madrid se oponen a votar a favor de la posición de Carlos I, para aprobar el servicio o tributo destinado a pagar su coronación en Alemania. Ante ello, Carlos I suspende las Cortes de Santiago, convocándolas nuevamente en La Coruña. El 16 de abril se produce un alzamiento popular en Toledo, siendo ocupado el Alcázar, constituyéndose la primera comunidad con señas propias de poder revolucionario libremente elegido. El 22 de abril se reúnen las Cortes en La Coruña. Tres días más tarde, el 25, se anuncia que cardenal Adriano de Utrecht ha sido nombrado como regente, por el tiempo de ausencia del rey con motivo de su traslado a Alemania.

En La Coruña, Carlos I, sobornando y sometiendo a presiones a la mayoría de los procuradores, logra que estos consientan en votar, conforme a sus pretensiones, el servicio buscado, con oposición de los procuradores de Córdoba, Jaén, Madrid, Murcia y Toro y la ausencia de los de Toledo y Salamanca. El 22 de mayo, Carlos embarca en La Coruña, para dirigirse a Flandes y Alemania, dejando como regente a su antiguo preceptor, el cardenal Adriano de Utrecht.

Mientras tanto, en Castilla aumenta el descontento popular ante el resultado de las Cortes de La Coruña. El 29 de mayo estalla la rebelión del pueblo en Segovia, encabezado por Juan Bravo, siendo ahorcados dos alguaciles. Al día siguiente, 30 de mayo, el procurador por Segovia Rodrigo de Tordesillas que, pese al juramento prestado a sus representados, votara a favor del servicio al rey en las Cortes de La Coruña, fue apaleado en plena calle y ahorcado.

El movimiento se fortalece con el aporte de Toledo, liderado por Juan Padilla, sumándose posteriormente Avila, Madrid, Burgos y Cuenca, extendiéndose por los pueblos y ciudades castellanas de las cuencas del Duero y Tajo.

Zamora estalla en revuelta popular el 30 de mayo. El 5 de junio, la población de Guadalajara asalta la fortaleza e incendia las casas de los procuradores que representaran a la ciudad ente las Cortes de La Coruña. Toledo dirige un documento a otras ciudades castellanas, el 8 de junio, invitando a reunir Cortes en Avila. Diez días más tarde, el 18 de junio, se alza el pueblo de Burgos, siendo incendiadas las casas de varios notables, resultando ajusticiado el francés Joffre de Contannes, señalado como cómplice de los flamencos. El mismo día, el regente Adriano de Utrecht designó al alcalde Rodrigo de Ronquillo reducir a los rebeldes segovianos. Comenzó la lucha, produciéndose los primeros combates cuando Rodrigo de Ronquillo, con el apoyo de tropas de caballería e infantería, pretendiera la entrega de la artillería rebelde y tomar el control de Segovia. Toledo pone toda una milicia en pie de guerra, al mando de Juan de Padilla. Madrid decide recaudar un impuesto especial para comprar armas y reclutar soldados, que acuden en apoyo de los segovianos, bajo el mando de Juan de Zapata. Rodrigo de Ronquillo es rechazado y obligado a retirarse hacia Arévalo.
Los representantes de las ciudades castellanas se reúnen en Avila. Asisten catorce delegados de ciudades y villas, con voto en Cortes, constituyéndose la Santa Junta el 25 de julio de 1520, presidida por el caballero toledano Pedro Lasso de la Vega, designándose a otro toledano, Juan de Padilla, como capitán general de las milicias ciudadanas. La Santa Junta se declara independiente del gobernador del reino y del Consejo Real, incautándose de las rentas reales para sostener las milicias comuneras. Frente a estos hechos, reacciona el Consejo Real, encargando al jefe del Ejército real que se apodere de los cañones depositados en Medina del Campo. El 21 de agosto, la población de la villa, considerando que la artillería sería utilizada contra Segovia, ofrece resistencia a las tropas reales y no entrega las armas. En el enfrentamiento, los realistas prenden fuego a algunas viviendas, dando origen a un gigantesco incendio, que en pocas horas destruye gran parte de Medina del Campo, perdiéndose más de mil casas.
El 22 de agosto los medinenses, aún con tropas imperiales en la ciudad, descuartizan en la calle al regidor Gil Nieto. Dos días más tarde, el 24, Padilla, al frente de sus tropas, entra en Medina del Campo.

Estos hechos incrementan la reacción contra el cardenal Adriano de Utrecht y el Consejo Real. Muchas ciudades y villas que hasta entonces no habían tomado partido, se unen a Toledo y a la comunidad: Palencia, Cáceres, Badajoz, Sevilla, Jaén, Ubeda, Baeza…

El regente, en una jugada para tratar de acallar la rebelión que día tras día logra la adhesión de más villas y ciudades, disuelve el Ejército real y destituye a su jefe. Los comuneros, encabezados por Juan de Padilla, Juan Bravo y Juan de Zapata, se trasladan el 29 de agosto a Tordesillas, donde desde hacía once años vivía recluida la reina doña Juana.
Los jefes comuneros son recibidos por la reina quién, en principio, les presta apoyo. El 1 de septiembre la reina nombra a Padilla general de sus ejércitos y se acuerda la reunión de la Santa Junta en Tordesillas. Dos días más tarde, el 3, tiene lugar la última reunión de la Junta en Avila.
Padilla vuelve a Toledo, después de ceder el mando de a Pedro de Girón, noble castellano que, apartado de la línea realista, pasara al bando comunero. En una hábil jugada, para asegurar el apoyo de la nobleza hasta entonces expectante, pero inquieta ante el cariz que va tomando el alzamiento, el 9 de septiembre Carlos I nombra dos gobernadores, elegidos entre la nobleza castellana, para secundar al regente Adriano de Utrecht. Son ellos el Condestable de Castilla Iñigo de Velasco, señor de Burgos y el Almirante de Castilla, Fadrique Enriquez, señor de Medina de Ríoseco. La Santa Junta se traslada a Tordesillas el 11 de septiembre, donde promulga el juramento de hermandad de las ciudades comuneras, el 25 del mismo mes. Al concluir el mes de septiembre, el día 30, el condestable de Castilla Iñigo de Velasco se dirige al Rey Carlos I, informándole acerca de los territorios rebeldes, en los siguientes términos: «Todo cuanto hay de aquí (Briviesca, Burgos) a la sierra Morena, todo está levantado» destacando, además, la lealtad del País Vasco y de la Montaña (Cantabria). Siempre con ánimo pacifista, en el mes de octubre la Santa Junta envía dos emisarios al Rey Carlos I con la relación de sus quejas; pero no llegan ante éste, ya que siendo amenazados en Bruselas, deben volver a Castilla. El 23 de octubre Carlos fue coronado emperador de Alemania y el día 31, el cardenal Adriano de Utrecht declara la guerra a los comuneros. El 3 de diciembre, Pedro de Girón, quebrantando la lealtad debida en la dirección de las tropas comuneras, las lleva de Villalpando (Zamora) a Villabrágima (Valladolid), dejando expedito el camino de Tordesillas a las fuerzas realistas, posibilitando su avance hacia esta ciudad, a la que llegan el día 5 de diciembre. Pese al esfuerzo del obispo Acuña y los defensores de Tordesillas, la ciudad cae en manos de las tropas reales. Acuña marcha hacia Valladolid, volcándose a las calles su población que le brinda calurosa recepción.

Una semana mas tarde, el día 10, se reúne por primera vez en Valladolid la Santa Junta, que designa a Pedro Lasso de la Vega como jefe de las fuerzas comuneras, pese a la voluntad popular que se expresara por Juan de Padilla para tal jefatura. Carlos I firma el 17 de diciembre, en Worms (Renania-Palatinado), una real orden por la que condena a 249 destacados comuneros. Las condenas son a muerte para los seglares y otras son las penas para los clérigos, declarando «…traidores desleales, rebeldes e infieles a cuantos apoyen a la comunidad…». Nuevamente al frente de tropas comuneras, el 31 de diciembre llega Padilla a Valladolid.
En enero de 1521 se produce en Burgos una rebelión comunera, que fue sofocada el día 22 por el condestable de Castilla Iñigo de Velasco y sus tropas. El día 23, el obispo Acuña, con sus fuerzas, comienza a sitiar la población palentina de Magaz de Pisuerga, llegando a Frómista el día 1 de febrero. Ínterin, el 25 de enero, la Santa Junta resuelve consultar al jefe comunero Juan de Padilla sobre una eventual tregua, manifestando éste su oposición. El 2 de febrero de 1521, en el punto álgido de la contienda, el condestable de Castilla vuelve a insistir en la extensión geográfica del alzamiento, informando a Carlos I que: «…Todo el daño del reino está en medio del reino. El Andalucía y el reino de Granada y la mayor parte de Extremadura y reino de Galicia y Asturias y estas montañas (refiriéndose a Burgos y el norte), todo está bueno a lo que parece…». El 5 de febrero las tropas de Padilla toman la población vallisoletana de Mucientes y, dos días después, el 7 de febrero, destruyen la fortaleza de la cercana Cigales, con el fin de evitar que fuera tomada por el ejército realista. El 16 de febrero se hace público en Burgos el real decreto que diera Carlos el 17 de diciembre, en Worms, condenado a los jefes comuneros. El 17 de febrero Cádiz, Granada y otras ciudades andaluza comprometen su fidelidad al rey. El mismo día, Juan de Padilla sale de Valladolidad, al frente de sus hombres, dirigiéndose a Zaratán, en camino hacia Torrelobatón, llegando a las inmediaciones de ésta ciudad el día 21 y, tras tres días de combate, penetran en la misma, ocupándola el 25 de febrero.

El 3 de marzo comienza una tregua, que se extiende hasta el día 11. Hacia el fin de la misma, el día 10, el obispo Acuña, que estaba en Alcalá, se dirige a Madrid, camino de Toledo. El 12, llega a Ocaña, y el 29 se presenta discretamente en Toledo. Al tomar conocimiento de ello, las gentes de la ciudad lo llevan triunfalmente a la Catedral, queriendo proclamarle arzobispo. Al día siguiente, 30 de marzo, Acuña mantiene por vez primera una entrevista con doña María de Pacheco, esposa de Juan de Padilla. Los reclamos del pueblo hacen que el 9 de abril los canónigos de Toledo cedan a Acuña el arzobispado de la ciudad.

Tras intensos combates, el 12 de abril las tropas reales alcanzan la ciudad de Mora (Toledo), entrando a la misma a sangre y fuego e incendiando la iglesia, en la que perecen calcinados tres mil ancianos, mujeres y niños que en ella habían buscado refugio. El mismo 12 de abril, Acuña ordena movilizar a todos los toledanos con edades entre 15 y 60 años. Al frente de sus fuerzas, sale de Toledo, destruye Villaseca de la Sagra, y estando en Yepes, se entera de los hechos de Mora, decidiendo enfrentar a los realistas responsables de ello. Sale en su persecución, alcanzándolos días más tarde en Illescas, sin lograr derrotarlos. El 15 de abril los realistas alcanzan Peñaflor, a una legua de Torrelobatón donde, desde febrero, permanecían los comuneros al mando de Padilla. El 17 de abril las tropas reales se refuerzan con la llegada del condestable de Castilla y sus hombres. Ante la llegada del ejército real, Padilla decide trasladar sus tropas hacia la fortaleza de Toro. Unos 6.000 comuneros salen de Torrelobatón. El 23 de abril en medio de una intensa lluvia los comuneros son literalmente masacrados por la caballería y lanceros del Conde de Haro, junto a un arroyuelo en las cercanías de Villalar, sufriendo pérdidas que oscilan entre los 200 y 1000 hombres (cifras diversas, según distintas fuentes). El resto se dispersa o son hechos prisioneros. El 24 de abril, sin proceso alguno, los jefes comuneros son condenados a muerte

                                                   Comuneros

De madrugada, son decapitados Juan Bravo y Juan de Padilla. Antes de subir al cadalso, Juan de Padilla se dirigió a su camarada Juan Bravo con unas célebres palabras que la tradición ha transmitido hasta nuestros días: «Señor Bravo: ayer era día de pelear como caballero…hoy es día de morir como cristiano». Ante esto, Juan Bravo pidió ser ejecutado antes que Padilla, «…para no ver la muerte de tan buen caballero». Horas más tarde, también fue ejecutado y decapitado el salmantino Francisco Maldonado.

Como consecuencia de la derrota de Villalar, las Juntas se disolvieron en la mayor parte de las ciudades castellanas. Sólo Toledo, defendida por el obispo Acuña, y por María Pacheco, esposa de Padilla, se mantuvo hasta febrero de 1522. En 1522, Carlos V concedió una amnistía, que no alcanzó a los principales dirigentes comuneros. Aún a fines del siglo XVI, persistían las huellas del conflicto, evidenciadas en las rivalidades de muchas familias castellanas.

La ley 3/1986, de 17 de abril de 1986,de las Cortes de Castilla y León declara como Fiesta de la Comunidad Autónoma de Castilla y León el día 23 de abril (Publicada en el Boletín Oficial de Castilla y León (BOCL) Nº 41, de 18 de abril de 1986 y en el Boletín Oficial del Estado (BOE) Nº 94, de 20 de abril de 1987.

Cada 23 de abril, fecha que conmemora la batalla de Villalar, ahora Día de La Comunidad de Castilla y León, se rememora este hecho.
En la Plaza de Villalar (actualmente Villalar de los Comuneros, provincia de Valladolid), se ha erguido un monolito en honor al movimiento comunero y a los tres líderes decapitados en esa misma plaza.

Los Mendoza: María Pacheco, «la comunera», hija del Gran Tendilla.

La Casa de Mondéjar:

breve biografía de algunos de los miembros de la familia de los Condes de Tendilla y Marqueses de Mondéjar.

vision romantica de Maria Pacheco, Borras, 1881

MARIA PACHECO

Doña María Pacheco fue hija del primer marqués de Mondéjar (y segundo Conde de Tendilla), llamado el «Gran Tendilla», y de Francisca Pacheco, hija de Juan de Pacheco, el turbulento primer marqués de Villena. Escogió el apellido materno al tener dos hermanas de su mismo nombre: la mayor se casó con el soriano conde de Monteagudo y fue llamada «la santa», y hubo otra María de Mendoza, hija natural de su padre en su segunda viudedad. Se unieron en ella el carácter fuerte de los Mendoza y el de su abuelo materno.

No se sabe con exactitud la su fecha de nacimiento. Se sabe que nació tras Antonio, el virrey, y antes de Bernardino y Francisco. Pero podemos acotar más a partir de la correspondencia de su padre. Emilio Meneses (1973) indica, en el libro en que transcribe las cartas de su padre de 1511, que «sólo tiene quince años pero esta muy desarrollada», lo que significaría que nació cómo más pronto en 1496, y tuvo que ser en La Alhambra, dónde residían sus padres. Aurelio García (1995) transcribe otra carta fechada en Granada el 14 de marzo de 1497 en la que el conde dice que «la condesa pario oy una hija». Quizá pudiera ser ésta María Pacheco. La profesora Moreno Trujllo indica 1495.

De niña estuvo presente los acontecimientos de la primera sublevación morisca en 1500, pues estuvo con su madre y hermanos pequeños viviendo entre ellos en una casa del Albaicín como prueba dada por su padre del cumplimiento de los pactos acordados. Educada junto con otros de sus hermanos en el ambiente renacentista culto y tolerante de pequeña corte que había en la casa paterna (el conde no tenía reparo en vestir en su casa al estilo morisco y hay muchos detalles al respecto en sus cartas), María era docta en latín, griego, matemática, muy leída en la Sagrada Escritura y con conocimientos de letras e historia, «en extremo en la poesía». En carácter parece que María Pacheco congenió, sobretodo, con el menor de sus hermanos (de padre y madre) el poeta, embajador, e historiador Diego Hurtado de Mendoza. Su madre murió ente 1506 y 1507, su padre en el verano de 1515.

Casi todos los libros cuentan que estuvo enfadada con su padre por firmar su compromiso de esponsales el 10 de noviembre de 1510 con Juan de Padilla, un noble toledano que ella consideraba de inferior rango, y que asimismo la obligaron a renunciar a cualquier pleito por la herencia paterna a cambio de una cuantiosa dote de cuatro millones y medio de maravedíes. No era un caso aislado esa obligada renuncia y la mujer era, generalmente, una moneda de cambio en las complicadas alianzas entre las casas nobiliarias. Ciertamente María era denominada en los escritos de la época como «Doña María Pacheco» mientras que su marido era simplemente «Juan de Padilla». La correspondencia de su padre el conde muestra otro aspecto, María no aparece como dolorida por su matrimonio, sino nerviosa e ilusionada, sobretodo tras conocer a Juan.

Padilla era hijo del toledano Pedro López de Padilla y sobrino de Gutierre de Padilla, Comendador mayor de Calatrava, con quien el conde deseaba estrechar una alianza. El conde les pide a los tres que lleguen de noche para evitar que María se azare al verla Juan por primera vez a plena luz. El desposorio en Granada fue el 14 de agosto de 1511 aunque inicialmente debía ser el lunes 11. El conde congenió muy bien con su yerno, al que quiso de corazón. Escribe el 11 de abril de 1513 en la Alhambra que «de aca no hay mas que decir sino quel señor mi hijo Juan de Padilla esta aquí, que le quiero mas que a los otros«. De las prendas personales, nobleza y, desgraciadamente, indecisión de Juan de Padilla hay sobrados testimonios. La boda se retrasaría hasta el 15 de enero de 1515, según indican las cartas del conde de Tendilla publicadas por primera vez por Fink de Backer en 2003, e incluidas en el Registro publicado en 2007 por la profesora Moreno Trujillo et al. Aquí se indica que una enfermedad de Juan retrasó la boda, con gran preocupación de la novia. El matrimonio marchó el dia 18 a Porcuna (Jaén), cerca de Martos, dónde el Comendador tío de Juan le había procurado una «tenencia». El conde escribe en 1515 que «Juan de Padilla es un hombre de bien y cuerdo». Padre e hija continuaron escribiéndose.

No debió ser tampoco mala al comienzo la relación del matrimonio con los Mendoza granadinos, pues la correspondencia de su hermano Luis Hurtado de Mendoza editada por E. Meneses indica que el matrimonio pasó unos dias en la Alhambra después de dar a luz María en 1516 a un niño que se llamará como su abuelo paterno. Padilla debía ser alcaide de alguna fortaleza granadina, hacia la zona de Alcalá la Real, al norte. Las sospechas que estuvieran cerca de Martos o Cazorla se confirman, pues, gracias al estudio de Fink de Backer. Tenia ya fama de militar con los partidarios del infante Fernando, el leal hermano de Carlos V que se crió en Castilla y al que parte de la nobleza pensara poner en el trono. Luis intenta convencerle de que cese en su apoyo a Fernando y se ofrezca al servicio de Carlos. En todo el conflicto subsiguiente, gran parte del fracaso comunero en Andalucía se debió a la actitud resuelta del tercer marqués de Mondéjar Luis Hurtado de Mendoza quien llegó a mandar moriscos, que armo al efecto, para aumentar las tropas que empleó contra las comunidades en Andalucía.

El matrimonio se mudó a Toledo al suceder Padilla a su padre, en 1518, en el cargo de Capitán de gentes de armas. J.H. Elliott escribe, en su conocido libro «Imperial Spain», de las luchas en Toledo entre las facciones de Ayalas y Riberas (Silvas) y sus constantes cambios de poder y de alianzas en las turbulencias políticas de Castilla durante las regencias que sucedieron a la muerte de Isabel la Católica. «Hernando de Avalos, cabecilla de los Ayala, halló un poderoso aliado en la persona de otro caballero de Toledo, Juan de Padilla, quien … era un hombre descontento y amargado que opinaba que había sido desestimado a la hora de repartir los favores y si bien era hombre difícilmente capaz de pasar de la indignación a la acción, su ambiciosa mujer María Pacheco no padecía semejantes inhibiciones. En noviembre de 1519 escribieron a los otros municipios… proponiendo una reunión de representantes municipales».

Quizá pueda no estarse de acuerdo totalmente con la opinión de Elliott, pero había quejas ante la evidente rapacidad de los flamencos que acompañaron a Carlos tras su desembarco en 1517, quejas ante el injusto reparto de los cargos y prebendas (Padilla no obtuvo la tenencia de Peña de Martos (Jaén) que le hubiera debido corresponder a la muerte de su tío el Comendador), quejas por los excesivos fondos solicitados por Carlos para pagar su marcha a Alemania y una evidente situación injusta. Padilla se unió en 1519 a Avalos y a Lasso de la Vega, promotores de las protestas toledanas. El pueblo toledano impidió el 16 de abril de 1520 que Avalos y Padilla, regidores de Toledo, acudieran a Santiago llamados por Carlos, y esa fecha se considera el inicio del movimiento de las Comunidades de Castilla.

Dice Elliott el movimiento de los comuneros «era un movimiento contra un objetivo determinado y no por un objetivo determinado … por el mantenimiento de la antigua Castilla … la rebelión había sido provocada por el ataque a la independencia de las Cortes, y el deseo de los nobles de conservar esta independencia le dio, en parte, el carácter de un movimiento constitucional…». Indica que el movimiento inicial «no daba idea de la profundidad de los sentimientos que yacían bajo la revuelta ni la forma violenta que muy pronto iba a adoptar «… las quejas de los municipios «se veían aumentadas entre la masa del pueblo por otras quejas de tipo más general». Pero el incendio en agosto de 1520 de Medina del Campo, centro económico castellano, por los imperiales provocó la indignación y avivo el levantamiento, que se transformo en las ciudades en una guerra civil entre enemigos tradicionales y poco a poco » estaba asumiendo muchos de los aspectos de una revolución social». «Los comuneros se iban haciendo cada vez mas antiaristocráticos en sus manifestaciones y actos … transformándose en una revolución social. Al adoptar este nuevo cariz, fue condenada al fracaso», pues la aristocracia se asustó y apoyó en bloque al bando imperial.

Domínguez Ortiz dice «hay predominio de factores políticos… los dirigentes, en gran proporción nobles y clérigos, solo habían pretendido defender sus privilegios … aunque Maravall y Pérez se inclinan por una interpretación «moderna» y en cierto modo democrática del movimiento comunero. Lo que dificulta su comprensión es su complejidad». El bando comunero era el de algunos conversos, el de los artesanos de Segovia, los burgueses de Medina del Campo, el bajo clero de Toledo, etc apoyados por gran parte del pueblo llano, en una «guerra civil» en la que un soldado, la noche antes de la batalla de Villalar, escribía a un primo que militaba en el bando opuesto que era la hora de luchar fuerte, pues «los que mañana vencieren, esos serían los leales». Militaron también en el bando comuneros algunos miembros de la baja nobleza y segundones. Las excepciones al «Perdón de 1522 muestran los estratos sociales de los comuneros que aún vivían.

En estos complejos años del levantamiento debemos mencionar que también había una gran inquietud religiosa, en Alemania Lutero comenzó su reforma quemando las bulas y en el reino de Toledo (y en lugares como Guadalajara, controlado por los Mendoza, o en Escalona dónde vivía el longevo marqués de Villena, tío de María) se desarrolló el iluminismo religioso, «los Alumbrados«. Aunque la actividad urbana era grande y economía castellana se consideraba entonces floreciente por los historiadores, hubo una crisis agrícola en 1505, hambre en 1506 y gran peste en 1507. En 1518 hubo peste en Valladolid, en 1519 en Valencia y en 1524 en Sevilla y Córdoba. La industria textil toledana sufrió una fuerte recesión al levantar Carlos las medidas proteccionistas que perjudicaban a sus dominios flamencos.

Volviendo a María Pacheco, ésta apoyó vehementemente en abril de 1520 que su pacífico y enamorado marido («Padre de la patria») fuera parte activa en Toledo del movimiento de las Comunidades, según algunos «por querer mandar en lo que no le venía por herencia», diciendo de Padilla Luis Vives que «fue él castigado del Rey por no haberlo sido él de su mujer». Hemos leído estos comentarios negativos hacia María y contaremos luego otros, todos ellos escritos bajo el dominio del vencedor, el Emperador Carlos.

Padilla dijo en el concejo de Toledo que «jamás consentiré yo que la nobleza de Castilla y León sea hecha tributaria .. y yo estoy pronto a morir en defensa de nuestros derechos» Su padre le contestó que «tu has hablado como un noble digno de una estirpe como la tuya, pero mucho me temo que el rey nuestro señor te ha de pagar malísimamente el servicio». Ese día muchos miembros del concejo y una gran multitud del pueblo acompañó a Padilla a su casa. Nótese en esta, como en otras situaciones, que las ideas eran diferentes en los siglos XVI y XXI.

Resumiendo muy brevemente la lucha castellana, Padilla acude con las milicias toledanas en auxilio de Segovia y fue nombrado el 29 de julio jefe de las tropas comuneras aunque luego debe ceder el mando a Pedro Girón, volviendo a Toledo. Este hecho prueba la falta de ambición (y por tanto, prueba la nobleza) de Padilla. Los comuneros intentan el apoyo de la reina Juana, madre de Carlos, sin éxito. Girón deserta en diciembre al bando real y Padilla regresa a Valladolid el 31 de diciembre de 1520 con un nuevo ejército toledano.

En el entorno familiar, en enero de 1521 muere el flamenco Croy, arzobispo de Toledo, y el Cabildo toledano (en sus atribuciones de sede vacante) nombra adelantado de Cazorla (que dependía de Toledo) a Juan de Padilla, pero su cuñado Luis Hurtado de Mendoza ordena a los de Cazorla que no le admitan, guardando la fortaleza hasta septiembre

Tras los avatares sobradamente conocidos, en los que mencionaremos sólo la toma de Torrelobatón por Padilla el 28 de febrero de 1521 y los incomprensibles tres meses de espera en esta villa del ejército comunero, Padilla es derrotado y decapitado en Villalar el 24 de abril de 1521 junto con Juan Bravo y Francisco Maldonado. Fue con gran entereza al patíbulo, habiendo dejado antes escritas unas cartas a su esposa y a la ciudad de Toledo que merecen ser leídas.

En ausencia de Padilla, María había gobernado sola Toledo hasta la llegada el 29 de marzo del obispo de Zamora Antonio de Acuña (más soldado que sacerdote), viéndose obligada a compartir con él el poder en la ciudad, aunque Acuña estaba siempre más preocupado en dirigir actividades militares. Al recibir las malas nuevas sobre Villalar, María cayó en el lecho y luego se vistió de luto y cubrió su cabeza con un capuz. Es entonces cuando María entra realmente en la historia como enérgico soporte de la última resistencia de las Comunidades de Castilla en Toledo, ocupando el Alcázar con sus fieles el 28 de abril y dirigiendo, primero desde su casa y luego desde allí, la resistencia al emperador, colocando tropas en las puertas toledanas, mandando traer la artillería desde Yepes, implantando contribuciones y nombrando capitanes de las tropas comuneras toledanas. Lasso de la Vega y Avalos se inclinaban por capitular, pero ella logró evitar la rendición. Incluso el obispo Acuña huye el 25 de mayo intentando llegar a Francia. Parte de la rivalidad con Acuña se debía a su intención de lograr la mitra toledana que María deseara para su hermano Francisco de Mendoza, que entonces estaba en Roma. Como se ve, la mitra era muy codiciada.


MARIA PACHECO

Resultado de imagen de maria pacheco

María llegaría a mantener la causa comunera nueve meses después de Villalar aunque el largo lapso que Toledo resistió se deba en parte a que el ejército real fue a Navarra para combatir la invasión francesa que comenzara el 10 de mayo, oportunidad que muchos ex-comuneros aprovecharon para lograr el perdón luchando contra Francia. Medina, Segovia, Valladolid y Burgos enviaron tropas a Navarra. María contactó con los franceses durante agosto de 1521.

Tras rendirse Madrid el 7 de mayo, solo resistía Toledo. El segundo marqués de Villena Diego López Pacheco, tío de María, intentó inútilmente actuar de mediador entre los toledanos y las tropas reales, a finales de mayo. Desde al 15 de junio María Pacheco controló totalmente la situación en Toledo. Para mantener el orden María llegó a apuntar los cañones del Alcazar contra los toledanos y entrar el 6 de octubre en el Sagrario de la Catedral para, de rodillas, coger la plata que allí había para pagar a los soldados. Sandoval dice que en Toledo (tras la muerte de Padilla) iba enlutada por la calle, «para mover compasión traia a su hijo en una mula…». Con ira, mandó matar a los hermanos Aguirres, quienes se habían quedado los caudales que llevaban a Padilla. Sin embargo salvó al hijo del duque de Medina Sidonia, prisionero de los comuneros durante el asedio, dándole la libertad a cambio su promesa de que, al llegar a filas reales, liberara algunos prisioneros toledanos. María liberó a sus esclavos, renunció a las alcábalas que recibía de la ciudad de Toledo y vendió sus joyas para mantener la causa. Tras la rendición toledana, Juan de Zumel solo encontraría en su casa una pulsera y una gargantilla.

Su hermano mayor Luis Hurtado de Mendoza, marqués de Mondéjar, firme partidario y luego amigo de Carlos V, escribe al cardenal Adriano de Utrecht en junio de 1521 que la principal causa del fracaso que tuvo al intentar convencer a su hermana «debe ser remediar la hacienda de sus hijos… y para hacer merced a mi y a los otros deudos mios que le hemos servido … suplico a vuestra señoría reverendísima que a mi se me haga merced de procurar que questo de la hacienda de sus hijos de mi hermana se provea». Como vemos, su hermano intentó entonces salvarla, incluso suplicó, lo cual era difícil en los orgullosos Mendoza.

Mientras tanto las tropas reales al mando del Prior de San Juan siguieron su lucha contra los toledanos, con diversos combates sangrientos desde abril a agosto, hasta que se cercó Toledo. Aunque el bombardeo de Toledo empezó el 1 de septiembre, los toledanos realizaban salidas con distinto éxito para avituallarse. El 16 de octubre sufrieron una seria derrota frente a las tropas del Prior de San Juan en una de estas salidas, cundiendo el desánimo y favoreciendo la firma de una tregua favorable a los sublevados, el llamado armisticio de la Sisla, logrado gracias a la mediación del obispo de Bari. La cercanía del invierno y las dificultades monetarias en las tropas reales también influyeron en el acuerdo. El 25 de octubre de 1521 los comuneros evacuaron el Alcazar toledano aunque conservaron sus armas y el control parcial de la ciudad. De hecho María fortificó y artilló su casa.

No gustó este armisticio en la corte ni entre los gobernantes castellanos y, sólo aparentemente, convivían realistas y comuneros en paz en Toledo. En cuanto a la salud, María estaba «doliente y flaca», por su dificultad al caminar era llevada en silla de manos. En el convenio María logró permiso para trasladar los restos de su esposo a Toledo y conservar su herencia para su hijo, garantizó el perdón a los toledanos y el mantenimiento de los privilegios y de la calificación de «muy leal» para la ciudad. Carlos V no confirmó el acuerdo alcanzado y las sospechas de los toledanos por esta actitud fueron en aumento.

Al celebrar los «realistas» en Toledo la elección del regente Cardenal Adriano de Utrech como Papa, se produjeron disturbios aprovechados para pedir la rendición total en diciembre, así como de la entrega de María, por lo que los toledanos se alzaron el 3 de febrero de 1522, fracasando ante las tropas del prior de San Juan y el ex-comunero Juan de Zumel, ahora mas «realista» que ninguno. Gutierre López de Padilla (hermano menor de Juan de Padilla, fue partidario del emperador Carlos V) y María de Mendoza «la santa», condesa consorte de Monteagudo y hermana mayor de María Pacheco, lograron de los combatientes una tregua al acabar el día. Hay sospechas de que una hermana ayudó a huir a la otra con la ayuda de Gutierre López de Padilla y la connivencia incluso del Obispo de Bari. María Pacheco se fugó de noche disfrazada de aldeana. Pidió ayuda en el palacio de su tío el segundo marqués de Villena en Escalona (su tía la marquesa le envió una mula, trescientos ducados de oro y conservas para el camino) y logró llegar a Portugal. Anglería en sus cartas es el primero que menciona acerca de que «no se sabe hacia adonde escapó doña María con su hermana la condesa de Monteagudo. Se supone que fue a Portugal». De hecho el alcaide de Almazán (señorío de los condes de Monteagudo) le sirvió de guía.

Unos cronistas mencionan que huyo con su hijo de corta edad, otros no lo mencionan. Desconozco si María tuvo más de un hijo, los escritos mencionan «hijos» cuando la concordia de la Sisla en 1521, «hijo» en 1522 y luego nada. Ciertamente, cuando su madre huyó de Toledo, el niño Pedro López de Padilla fue llevado por el otro hermano de su padre, llamado asimismo Pero López de Padilla, a Alhama (Granada) siendo cuidado por el regidor Alvaro Maldonado hasta su muerte por landre (unas bubas, posiblemente peste) en 1523. En 1526 Zumel (tras arrasar en Toledo la casa de Juan y María) logra del emperador una carta (por si las tornas cambian) para protegerse de la venganza de «los hermanos de Juan de Padilla e otras personas que le suceden o han de suceder al dicho mayorazgo de Pero Lopez de Padilla, padre de Juan de Padilla…» No se mencionan a los hijos.

Exceptuada en el perdón general del 1 de octubre de 1522 y condenada a muerte en rebeldía en 1524, María subsiste con dificultades. Juan III de Portugal no hace caso de las peticiones de expulsión que le llegan desde Castilla, y tras tres meses de errar es ayudada por Diego de Sosa, arzobispo de Braga, y luego por el obispo de Oporto Pedro de Acosta. Vivió, delicada de salud, en la casa del dicho Pedro de Acosta que era el capellán mayor de la esposa de Carlos V, Isabel de Portugal. Su hermano menor Diego Hurtado de Mendoza (cronista, poeta y embajador de Carlos V) menciona en una carta que la visitó en Oporto antes de morir, y su familia intentó repetidamente lograr su perdón. Murió de un dolor de costado en marzo de 1531, fue enterrada en el altar de San Jeronimo (su padre tenía un monasterio jeronimo en Tendilla) de la catedral de Oporto y no le concedieron tras morir el traer su cuerpo junto al de su marido a Villalar, donde inicialmente estuvo enterrado. Cuenta un secretario que en Portugal tuvo, que durante su dolencia «cualquiera letrado (por «médico») que viniera a platicar con ella, había menester de venir bien apercibido, que en todo platicaba muy sotil e inteligentemente».

Respecto al perdón general de 28 de octubre de 1522, los 287 exceptuados del mismo y la severa represión, José Quevedo dijo que «tal vez me equivoque, más veo que perdono a los que no podía castigar sino degollando a ciudades enteras, proscribiendo a millones de familias y, en una palabra, convirtiendo a la España en un espantoso desierto cubierto de cadáveres». Similar actitud vengativa tuvo Carlos V ente la rebelión de Gante, su ciudad natal, en 1540. Los restos de Bravo y de Maldonado fueron llevados a Segovia y Salamanca, respectivamente, pero los de Padilla fueron trasladados «provisionalmente» al monasterio de La Mejorada (Olmedo), a la espera de que se normalizara la situación en Toledo, y nunca volvieron allí. Los restos de Juan Bravo fueron finalmente trasladados a Muñoveros (Segovia).

Denostada de los siglos XVI a XVIII, María empezó a ser alabada por los liberales en el reinado de Isabel II. Ciertamente tuvo un fuerte carácter. Sus contemporáneos hablaron de ella admirativamente como «leona de Castilla», «brava hembra» y «centella de fuego» aunque también «era más propensa a los excesos que a la moderación». Intentaban explicar sus obras achacándoselas a la influencia de un demonio familiar o a las predicciones que recibió en Granada de una morisca sirvienta suya. El Padre Sandoval en su «Historia del emperador Carlos V» menciona por dos veces la curiosa profecía, pero en una dice que se lo predijeron unas hechiceras moriscas en Granada y en otra que se lo dijo una mora hechicera, que «le predijeron que su marido seria rey o cerca de ello». Por eso, dicen, en la emotiva carta que Padilla le escribe antes de morir le habla de «no querría mas dilación en recibir la corona que espero». También Guevara menciona la «esclava hechicera» de doña María que «os ha dicho y afirmado que en breves días os llamarán señoría y a vuestro marido alteza». Sin embargo, la lectura de la última carta de Padilla permite otra interpretación de la misma, más parece una corona de martirio, o gloria, que de realeza.

Antonio Martín Gamero en su «Historia de la Ciudad de Toledo» cuenta que «el pueblo la veneraba por ser buena esposa, solícita madre y esposa excelente». ¿Cómo era realmente María Pacheco?. ¿Era realmente como la describen los vencedores, sus enemigos?

No todos están de acuerdo en esta pintura negativa del carácter de María: su hermano menor Diego Hurtado de Mendoza escribió un epitafio, en claro desacuerdo con las opiniones anteriores:

        Si preguntas mi nombre fue María
        si mi tierra, Granada; mi apellido
        de Pacheco y Mendoza, conocido
        el uno y el otro más que el claro día
        si mi vida, seguir a mi marido;
        mi muerte en la opinión que él sostenía
        España te dirá mi cualidad
        que nunca niega España la verdad.

        (en versión de A. González Palencia y E. Mele, 1941)

Ella nunca escribió una carta al Emperador Carlos V solicitando el perdón. Sabía que no se lo concedería.

Como curiosidad citaremos que el comunero Juan Bravo era hijo de Gonzalo Bravo de Laguna, alcaide de Atienza, y de María de Mendoza, hija de Pedro de Mendoza y Enríquez «el fuerte», señor de Almazán y Monteagudo. Dicha María era hermanastra de Pedro González de Mendoza y Luna, primer conde de Monteagudo, y con Catalina y Antonio, hijos de este primer conde, se casaron Luis y María, hermanos de María Pacheco. Bravo («primo», pues, de María Pacheco) nació probablemente en Atienza hacia 1484 y se avecindó en Segovia en 1504, participando notablemente en la sublevación segoviana y muriendo decapitado con Padilla y Francisco Maldonado en Villalar. Casó primero con Catalina del Río hacia 1504 teniendo a Gonzalo Bravo de Mendoza, María de Mendoza y Luis Bravo de Mendoza del Rio, y luego casó con María Coronel en 1519 teniendo a Andrea Bravo de Mendoza y Juan Bravo de Mendoza y Coronel. El arbol genealógico indicando su nacimiento y sus descendientes segovianos, a partir de los «Expedientes de Nobleza», esta impreso por primera vez en el libro «Nobiliario de Segovia» de Jesús Larios Martín, CSIC (1956) tomo I , pag 262 (árbol en pag 310). Los datos fueron verificados por Luis Fernández en su biografía «Juan Bravo» (Segovia, 1981).

Deja un comentario